«A propósito de…»

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Un año se acaba y comienza uno nuevo, son fechas en las que los excesos y los propósitos de enmienda para el nuevo año se entrelazan en comunión fraterna (no vaya a ser que acaben peleados). Es un tema, el de los propósitos para el año que entra, que no por manido deja de ser interesante el reparar durante unas líneas en esto e intentar dar un poco de sentido al aparente bucle en el que nos vemos imbuidos cada Navidad.

¿Cuál es el proceso por el que pasamos?, ¿qué aspectos son importantes en este sentido?, ¿por qué nos cuesta poner en marcha lo que a priori parece claro que vamos a hacer?.

Estamos hablando de formas de pensar, de auto engaños, de procastinación (más comúnmente conocido como «ya si eso lo hago mañana»). Pero ¿qué es lo que nos lleva a tomar una serie de decisiones que luego no ponemos en marcha?.

Hay dos períodos temporales en los que se produce este modelo de funcionamiento cognitivo; después de las vacaciones de verano y al término del año e inicio del nuevo entrante. Estas dos etapas no son fortuitas, tienen que ver con una laxitud en las exigencias personales en cuanto a diferentes áreas de la persona. En las vacaciones de verano se suele dejar actividades o rutinas auto impuestas, hábitos que tienen que ver con la alimentación, el ejercicio, hábitos saludables, etc., (o bien, aumentar los excesos que vayan en consonancia con lo comentado anteriormente). La persona tiende a experimentar ciertos sentimientos de culpa que mitiga con pensamientos tranquilizadores del tipo; «no pasa nada en cuanto acabe las vacaciones me pongo en serio con…». Algo parecido ocurre con las fiestas navideñas, con el añadido de los excesos propios de esta época y del hecho de terminar un año con el sentido de renovación y esperanza de que el nuevo año nos traiga fuerzas renovadas, «esta vez sí», para poder cumplir todas y cada una de nuestras aspiraciones personales.

Este proceso cognitivo lo conoce muy bien el mundo del marketing y empresarial, los gimnasios hacen su propio Agosto cada mes de Septiembre y Enero con irrechazables ofertas, a sabiendas que muchos de esos «optimistas» pagarán el año entero e irán 2 días con suerte. Otro ejemplo significativo viene de la mano de la publicidad, no es casualidad que cada septiembre los medios de comunicación nos bombardeen con anuncios de coleccionables (¿quién no ha pensado en hacer con sus manos una maqueta a escala del Titanic?), por no decir de los anuncios de productos dietéticos que en ambos marcos temporales se adueñan de los espacios publicitarios.

Para mantenernos «a salvo» de estas trampas mentales, debemos tener en cuenta una serie de indicaciones:

  • Intenta objetivar estos propósitos, es decir, analiza la posibilidad de realizarlos e identifica los pasos necesarios (en caso de ser realizables) con su coste de esfuerzo correspondiente.
  • Proponte pequeñas metas (más a corto plazo) y hazlas, intenta no pasar a la siguiente sin haber realizado la anterior.
  • Mantén a raya  los pensamientos que controlan con engaños los sentimientos de culpa, es preferible darte un capricho y no caer en excesos, que lidiar después de manera inadecuada con dichos sentimientos.
  • No te propongas el cambio como algo de todo o nada, ni únicamente en estos dos momentos del año, es preferible que dejes estas propuestas para otro momento en el que realmente hayas decidido cambiar y no movido por imperativos sociales.
  • Analiza los fracasos anteriores como aprendizajes para sortearlos en futuros intentos.

Si cada año sigues cayendo en la cadena:  Excesos – Sentimientos de Culpa – Pensamientos Tranquilizadores (auto engaño) – Propósitos – Breve Intento – Frustración – Vuelta a empezar, quizás sea el momento de pensar:

 

Catelló Psicología