El valor de las palabras

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Se habla de crisis, innegable y en España parece que eterniza, pero no solo se habla de la crisis económica a la que se le suma la crisis política, que nos bombardea día a día, transmitida en vivo y en directo, invadiendo nuestra vida cotidiana, inmersos por momentos en permanentes escándalos públicos.

Se habla además de otras crisis, crisis de la autoridad, cosa que dan cuenta los padres, maestros, profesores, trabajadores sanitarios, etc., esta crisis está íntimamente asociada a la también muy nombrada crisis de la familia.

La familia la podríamos pensar como un modo de organización que ha variado a lo largo de los años y de las culturas, siempre en continuo cambio y movimiento, por lo tanto, siempre en crisis, en lo global del mundo existen diversos modos de formar una familia aún hoy, por tomar un ejemplo de la cultura occidental hay un gran cambio cuando aparece la variable del amor, hay una elección por quienes deciden formar una familia, cuestión que ha llegado a las más altas esferas, las monarquías.

En la vida cotidiana la crisis de la autoridad tiene efectos, muchas veces los padres no se sienten autorizados, no pueden dar respuestas frente a los cuestionamientos de los hijos, no encuentran el modo de poner límites, están preocupados por hacerlo mal, más cuando aparecen manuales de cómo hacerlo bien, pero a la hora de la verdad no hay pautas.

Una madre en la consulta hablando de su pequeña hija me plantea con verdadera preocupación un asunto:

La niña hija única, escolarizada, que tiene primos a los cuales ve con frecuencia y quiere, que para que esté en contacto con otros niños juega en el parque casi todos los días, un día, como todos los niños frente a la noticia de un nacimiento o al ver un bebé o una madre embarazada, surge la pregunta clásica, de dónde y cómo viene un bebé, que es preguntar, de dónde vengo yo, esta madre que se divide o más bien diría se multiplica para poder cubrir todos los frentes, un trabajo con grandes responsabilidades, no cuenta con familia extensiva por lo menos cerca que la ayude en la vida cotidiana y su pareja y padre de la niña esta fuera del país por motivos laborales, se enfrenta a que su hija un día, le hace la pregunta pertinente y esta madre culta, le da todas las explicaciones del caso, le pone ejemplos, a lo que la niña le comenta:

Niña: “Como Odie, que estuvo en la panza de Mari.” (nombres ficticios de una vecina y su perro)

Madre: “Pero cómo piensas eso, Odie es su perro, su mascota.”

Niña: “Odie ha salido de la panza de Mari.” (Sentenció la pequeña)

A la madre le saltan todas las alarmas, vive preocupada por no ejercer una buena maternidad, por la ausencia obligada del padre de la niña y por los posibles traumas, siente que todo lo hace mal. Se queda sin palabras, no puede entender qué le sucede a la niña.

En sesión le pregunto a la madre cómo es el trato de esta mujer hacia su perro, me dirá:

Madre: “Ah, como un hijo, lo lleva en brazos, muchas veces”.

Analista: “¿Cómo se dirige a él? ¿cómo le habla?”

Madre: “Bueno, sí, muchas veces le dice: la mamá te dará la comida, la mamá te sacará de paseo, la mamá te bañará”

Para esta niña, el trato de su vecina le da una pista, la vecina se autodenomina la mamá de su perro, si los niños están dentro de la panza de la madre, Odie necesariamente estuvo en la panza de Mari, esa deducción dejó sin palabras a su madre, con la preocupación de que la niña tiene una versión disparatada de la realidad.

La tranquilizo y le planteo que es cuestión de hablarle de que ése es el trato particular de esa mujer con su mascota, no será la última pregunta, seguramente esta madre se verá enfrentada a otras preguntas, en cuanto esta niña se percate de que hay niños con solo una mamá o que hay niños con dos mamás o dos papás por ejemplo.

Esta pequeña tiene a partir de sus identificaciones organizado el mundo, su propia cosmovisión, mamá, papá y un niño, las nuevas modalidades de familia requiere que los adultos sepamos responder y presentar el mundo en el que vivimos, los niños confían en las palabras de los adultos que los crían, dependen de nosotros, no solo de forma material, somos sujetos de la palabra, estamos construidos por ellas, los miedos y prejuicios de los adultos marcan sin duda esos seres curiosos, ávidos por entender y crecer.

 

Graciela Reolon

Lic. Psicología

Psicoanalista