A lo largo de nuestra vida los pies se ven sometidos a constantes situaciones de estrés mecánico. Los rasgos congénitos, el deterioro de las estructuras y el uso del calzado acaban desencadenando patologías en el pie. Se pueden prevenir problemas del pie mediante una atención apropiada y con ello poder mantenernos activos.
A medida que envejecemos se generan un mayor número de callosidades, a causa de una pérdida de la almohadilla plantar junto a la degeneración de los huesos, quedan expuestas zonas donde las presiones aumentan y se producen callosidades que pueden resultar incapacitantes. Las más frecuentes suelen ser en la zona del metatarso y en calcáneo.
Los dedos pueden sufrir deformidades óseas, produciendo desviaciones, dedos en garra, martillo y acortamiento de tejidos blandos. También puede influir de forma notoria una horma de calzado estrecho.
Es frecuente la aparición de uñas encarnadas, onicomicosis (hongos), uñas engrosadas y grietas en la piel que pueden generar incapacidad.
Cualquier problema en el pie acaba produciendo variaciones de la marcha y postura, afectando a nuestra vida cotidiana.
Se recomienda como precauciones.
- Uso de un calzado holgado y flexible evitando la horma estrecha y los tacones excesivamente pronunciados. Suela antideslizante y materiales nobles.
- Lavado y secado para evitar la humedad, haciendo hincapié sobre todo en la zona de entre los dedos, uso de calcetines limpios.
- Un correcto corte de uñas vigilando que no se produzcan durezas en los canales.